Hace unos días que el futbolista brasileño de raza negra
Vinicius, que está fichado por el Real Madrid cobrando 20 millones de euros
anuales, quejarse de que le lanzan insultos que él considera racista.
Pero claro, la afición va a ver el partido, y las jugadas le
pueden agradar o desagradar. Y cuando algo le desagrada o le indigna, es alto
totalmente normal que suelten todo tipo de descalificaciones que pueden
resultar insultantes. Eres un inútil, vaya mierda, qué vergüenza, pareces una
mujer, cabrón sin cerebro, qué devuelvan mi dinero, no tienes sangre, vaya
equipo de ovejitas acordadas,….y hay miles de descalificaciones, o insultos.
Pero para un negro o para un moro, cualquier descalificación es racista, y se
lo toman como falta de respeto. Cualquier cosa que les desagrade lo llaman
racismo. Y al final resulta que es verdad: los españoles somos todos racistas.
Claro, es un negro, es de otro país, es de otra raza, y lo
de negro es para distinguirlo y diferenciarlo. Y lo mismo cuando definimos un
moro. Y si ese negro o moro no te gusta, lógico que digan puto negro, moro de
mierda, negro gilipollas, moro cabrón, o cualquier palabra parecida.
Pensad que la especie humana es muy defectuosa, hay mucha
envidia, que es uno de los defectos más defectuosos del ser humano,
independientemente de cualquier raza o nacionalidad a la que se pertenezca. Y
en esta envidia, aparte los actos o hechos que a uno le puedan desagradar o
indignar, es a lo que lleva a los insultos y a la falta de respeto ( que en
España, cualquier insulto o falta de respeto en un negro o moro, lo califican
de racismo, que significa creer en la superioridad de determinada raza, etnia,
o nacionalidad).
Cuando vas a la escuela, te faltan al respeto, te insultan,
y te humillan, tanto los docentes como los compañeros. Cuando te buscas la vida
en el trabajo, ocurre otro tanto de lo mismo entre patronos, compañeros, o
clientes. En las relaciones también ocurre, y por esto las historias terminan
en divorcios. Es la realidad, algo que
existe, algo inherente a la naturaleza humana. Y esto es algo que no pueden
solucionar protocolos de racismo de equipos de fútbol, o leyes de delitos de
odio del gobierno, porque solo sirven para empeorar más las cosas. Porque no solo se trata de insultos o descalificaciones
con palabras, sino también con los hechos. Una mala mirada, una falta de saludo
o un saludo no correspondido, una actitud indiferente o de ignorar cuando se
espera algo, etc…, también son formas silenciosas que se pueden entender como
falta de respeto o de acoso.
Las faltas de respeto o provocaciones se pueden dar de
palabra o de acciones, pero lo extremado es llegar a una agresión más o menos
violenta. Esta violencia verbal o estas actitudes desagradables e irrespetuosas
forman parte de la vida misma que definen a las personas, y como es así no
deberíamos de hacer caso ni dejar que nos influyen. Lo importante es no llegar
a tener que soportar una agresión física ( que esto si sería denunciable y debe
de castigarse).
Una vez observé que mi jefe estaba sufriendo las quejas y
descalificaciones de un cliente, que incluso lo llegaba a insultar. Y en otro
momento más tarde le pregunté que cómo se había dejado tratar así, y me
respondió con el episodio de esta parábola de Jesús de poner una mejilla y la
otra para que te den las bofetadas, pero que lo importante era cobrar. Me
pretendió enseñar que lo más importante en el mundo laboral es poder cobrar a
fin de mes, y que estas tonterías tan desagradables existen, pero lo importante
es no perder el cliente que es el que proporciona el dinero que necesitas para
vivir.
También otra vez tuve un jefe que siempre nos tenía
acojonados con tantos insultos y descalificaciones gratuitas que lo tenía que
soportar a diario, y de lo cual una vez en una discusión le dije abiertamente
que era un mal educado y que me tenía harto hasta los huevos de tanto insulto y
descalificación, y él me respondió que él era una persona muy nerviosa, pero
que todos estos insultos me venían incluidos en el sueldo ( que por cierto
tampoco me pagaban mal).
Y ya una vez hablando con unos amigos habíamos abordado el
tema del mundo del trabajo y lo de buscarse la vida todos los días. Y todos
estábamos de acuerdo con lo siguiente:
lo peor del trabajo no es el trabajo más duro o pesado, soportar
extremado calor o frío, hacer lo más complicado, sino que lo peor y más cansado
de todo era soportar a la persona desagradable que tenías al lado y ante el
cual eras impotente. Pero que se tenía que aguantar para conservar el trabajo y
poder cobrar a fin de mes.
Pero la parte positiva de los insultos es que te permiten
conocer el concepto que los demás tienen de ti, y esto te ayuda a ponerlos en
su sitio: a evitar las personas tóxicas, a no favorecerles, a mantenerte
indiferente e insensible, a conocer con qué personas no puedes contar, a que se
definan por sí mismas como son y con esto te facilitan poder juzgarles, etc…
Que bastantes hipocresías y personas falsas también existen, y más de las que
pensamos, pero los que no saben ocultar tanto sus envidias, pues te lo ponen
más fácil descubrirse. Ya decían los
antiguos romanos que “el hombre es un lobo para el hombre”, los cuales en
estado salvaje se dejarían llevar por sus egoísmos que habría violencia destructora
de unos contra otros, si no hubiera un mínimo de orden civilizado. Y es que el
ser humano es el más desconfiado y destructivo de los seres vivos.
Y curiosamente ayer salió la noticia de que el ministro de
Transportes ha dedicado más de 62.000 euros para que empleados de su ministerio
le hagan un listado de los insultos y los periodistas que lo hacen contra él.
Ya ha denunciado a algunos periodistas que están sufriendo esta caza de brujas,
cuando los insultos, descalificaciones y críticas a todo miembro del gobierno
van incluidos en su sueldo.
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