En el último año de su vida, el Caudillo
de España Francisco Franco, confesó a su médico de confianza Don Vicente
Pozuelo Escudero, que hacia unos 10 años, en 1965 que tenía la ilusión de
retirarse a una Cartuja para olvidarse de todo o de casi todo, poniéndose a las
órdenes de un superior para que le concediera un trozo de tierra para cultivar,
y una habitación con una biblioteca para leer y una mesita para escribir, donde
permanecer tranquilo en soledad, y llevar una vida de oración. Fue una ilusión
que nunca llegaría a cumplirse, porque tratando de cumplir con su deber, como
el propio Caudillo manifestó varias veces: “mi pulso no temblará”. Primero se
debía a España, llevándola por la senda del orden y de la prosperidad.
También le confesó a su médico la
decepción de los maestros, a quienes hubiera querido convertir en los
aristócratas del funcionariado que procurasen por la mejor educación para los
españoles del futuro, pero «me ha ganado la burocracia. Es lo mismo que ocurre
en la actualidad: los docentes son más funcionarios predispuestos siempre a
cobrar su nómina mensual, que no estar por dar la mejor educación a los
ciudadanos que están en fase de formarse.
Esto es un importante hito que muy poca
gente conoce, y que en su momento solo lo sabían su médico de confianza, el
doctor Pozuelo, y su esposa Doña Carmen Polo.
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