Bienvenidos
a la emocionante y peligrosa aventura de mi rutina de afeitado que se da varias
veces a la semana. Con valentía, me enfrento a la temible barba con mi espuma mágica,
luego, con destreza digna de un espadachín, la maquinilla hace su danza sobre
mi rostro. Finalmente, el agua fría trae alivio apurado a esta intrépida odisea
facial. Y esto claro, conlleva presupuesto anual de sprays de espuma y
maquinillas desechables de Gillete Contour, que sirve para que se forren los
supermercados de los cuales soy cliente.
Y es que si no me afeito, al cabo de uno o dos días, la barba ya empieza a picarme, con todo lo incómoda que me resulta.
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