Hace
unos pocos días que vi un vídeo de Nazaret Martín, una agricultora ganadera
joven, que tiene un canal de you tube.
Se
quejaba de que tuvo que ir a urgencias en un centro de salud, y que no la
quisieron atender. Luego se tuvo que ir a un hospital a 60 kilómetros de su
residencia, y le atendieron, y de parte le aconsejaron poner denuncia o
reclamación.
El
caso es que los médicos han perdido la vocación de servir a los demás y se han
olvidado del juramento hipocrático, para convertirse en simples funcionarios
que solo están para tener el enchufe y cobrar su buena nómina pública cada mes.
Antes
cuando yo era joven, el servicio sanitario era aceptable y te atendían bien.
Ibas al médico, y en la sala de espera preguntabas quién era el último, y te
atendían el mismo día sin pedir ninguna cita previa. Además los médicos tenían
el turno de la consulta, y luego el turno de acudir a los domicilios de los
pacientes con su maletín en el que llevaban su instrumental y el talonario de
recetas.
Hoy
en día tienes que pedir cita previa que te la dan para varios días en adelante,
y cada vez va a por peor. Y sobretodo después de lo de la pandemia el servicio
se ha ido degradando y corrompiendo cada vez más. Y como dice Nazaret, hay personas que carecen
totalmente de humanidad, pues cuando uno va al médico es porque tiene un
problema de salud y no va por gusto.
Como
ocurre con muchas personas, los médicos también se corrompen y los valores como
la humanidad se van perdiendo cada vez más.
He
conocido médicos que te atienden bien, que saben estar por su profesión. Y
otros que se merecerían con creces tener que ser despedidos, por inútiles y por
la falta de humanidad que esto supone.
Conocí
a un tío que cuando iba al club deportivo lo había tratado allí, y le dieron
plaza de médico y luego director médico del ambulatorio o de la zona ( cargo
que te dan los políticos), que una vez le escribí una queja porque me cambiaron
de médico, y no se dignó a responderme, ni después de intentarlo tres veces. Y
una vez que me lo encontré le dije a la cara que era un completo sinvergüenza,
y quién se creía que era por eso de ser ser director médico y no responder a
las cartas de los pacientes.
También
me pusieron uno que cuando lo visitaba sólo miraba el ordenador metiendo datos
y ni siquiera se molestaba en observarte con su instrumental. Poco me duró
porque pedí cambio. Y luego otra inútil que también estaba sentada ante el
ordenador de su mesa, no se levantaba siquiera para observarte, y le hacías
preguntas que no se dignaba a contestarte, y encima poniéndote malas caras.
Otra que también tuve que presentar queja y pedir que me cambiaran de médico.
Un
médico cuando lo necesitas te atiende, te observa bien, te pregunta sobre tus
hábitos de vida, y pone todo su interés en buscarte un remedio. Las intenciones
del médico, si te atiende bien o mal, si actúa de forma profesional o si se
desatiende, son cosas muy fáciles de detectar.
Lo
malo es que siendo funcionarios no se les puede despedir, y así se quedan
cobrando sus buenas nóminas cuando más de la mitad del país sobrevive con el
salario mínimo, y atendiendo como le viene en gana, aunque sea de forma
irresponsable y propia de un sinvergüenza.
Y
puede que sea cierto que la sanidad está sobresaturada y tenga algunas
carencias. Pero es deber de un médico tener que atender siempre bien, y no
negarse ni dar excusas, como si los pacientes fueran ganado a los que no les
importa. Porque independientemente de cómo los políticos lleven el tema de la
sanidad, otra cosa es tener buena voluntad y tratar de ser un buen médico. Hoy
tenemos mucha tecnología entre informática, inteligencia artificial, e
instrumental de diagnóstico, y antes con menos recursos, los médicos eran más
humanos y atendían correctamente a sus pacientes siendo conscientes de que eran
parte de la comunidad y por tanto no podrían ser indiferentes a los demás en el
ejercicio de su profesión o su condición cuando se les necesitara.
En
resumen, la culpa no es solo de los políticos, sino también de forma especial
de esas personas irresponsables, sinvergüenzas, carentes de humanidad y de
sensibilidad, aunque tengan la condición de sanitarios y con ello el
correspondiente enchufe que los demás pagan con sus impuestos.
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