martes, 31 de diciembre de 2024

PELEAS DE DISCOTECA Y ACOSO ESCOLAR

 


En una reunión con amigos, uno de ellos compartió la experiencia de haber sido atacado por meterse con la novia de alguien que estaba lejos dentro de un bar donde aparte de tomar el refresco fue a ligar. Su relato me hizo recordar mi única pelea en una discoteca cuando yo era un joven de 18 años. Esa noche, fui asaltado por un grupo de cuatro, o quizás cinco (mi memoria ya no es tan clara), individuos que decidieron tomarme como blanco, porque había intentado ligar con una chica que estaba allí y que a ellos les causó un ataque de celos. Como en una escena de cine, logré reducir a mis agresores, repartiendo lo que en mi entorno llamaríamos "una buena ración de hostias". Volví a casa con las señales de la batalla marcadas en mi rostro, lo que alarmó a mi madre, pero el incidente quedó como una anécdota más en el cajón de los recuerdos.

 

La infancia también me trajo su cuota de desafíos, específicamente en forma de acoso escolar. Fui objeto de bullying, pero no me dejé amedrentar, porque aunque sufrí agresiones verbales, cuando eran físicas las respondía en el acto ( y el que intentaba agredirme lo pasaba muy mal de las hostias que yo le pegaba). Entre mis agresores, destacaba uno en particular: un chico mayor y más fuerte que yo. Nuestro enfrentamiento llegó a su clímax cuando después de una larga persecución corriendo, llegué a mi casa y cogí mi  escopeta de balines, le disparé en la pierna para detenerlo tras un previo aviso que él no hacia caso. Luego, la amenaza de apuntar a su ojo fue suficiente para mantenerlo a raya y hacer que se perdiera de vista, aunque al volver a la escuela, sus miradas asesinas y gestos amenazantes persistieron. Le advertí que a cualquier otro intento de intimidación o agresión por su parte, volvería a encontrarme mi la escopeta lista.  No tenía otro recurso para defenderme.

 

La verdad, es que a pesar del bullying, sea escolar, o de cualquier otra forma que lo tuve que sufrir, no tenía miedo, pero además la crueldad de la gente me volvió mucho más insensible y a aceptar la violencia, sea física como verbal o de actos, como algo normal, porque todo el mundo tiene defectos ( y algunos bastantes los tienen muy malos).

 

 

Este es un reflejo de la realidad; si alguien sufre acoso o violencia, debe aprender a defenderse y enfrentarlo. Sin embargo, la prudencia es vital, que es algo que adquieres con el paso de la edad. Evitar la violencia siempre será lo mejor, no solo por las consecuencias inmediatas de sufrimiento personal sino también por las posibles repercusiones legales. Vivimos en un país donde las leyes a menudo protegen más a los agresores que a las víctimas pacíficas y honradas, lo que hace que la injusticia sea una lucha aún mayor ( y eso dice mucho de los políticos corruptos e irresponsables que tenemos).


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