Hoy,
26 de marzo de 2025, el Congreso de los Diputados fue escenario de un debate
inquietante: Pedro Sánchez intentó justificar el plan de rearme impulsado por
la Comisión Europea, presidida por Ursula von der Leyen, con un discurso
cargado de eufemismos. Evitó mencionar "guerra" o "rearme",
optando por términos como "salto tecnológico" o "inversión en
seguridad". Este juego de palabras no engaña a nadie: lo que propone
significa más impuestos para los españoles y una escalada de tensiones con
Rusia que nadie ha pedido. Es una provocación innecesaria disfrazada de
prudencia para evitar las impopulares palabras como guerra, rearme, militares,
marcial, etc....
El
líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, respondió con su habitual ambigüedad,
criticando a Sánchez sin comprometerse a una postura clara. Sin embargo,
Santiago Abascal, de Vox, puso el dedo en la llaga: detrás del supuesto
enfrentamiento entre PSOE y PP hay un teatro bien ensayado. Ambos, al final, se
alinean en el Parlamento Europeo, votando leyes que la Comisión convierte en
órdenes. Es un juego de poder que ignora a los ciudadanos.
El
enemigo de Europa está dentro: primero son los políticos corruptos y traidores,
la invasión inmigrante descontrolada e irresponsable, los impuestos, las trabas
al sector primario y la industria así como el turismo, el derribo de las
fuentes de energía, las diversidad de prohibiciones contra los ciudadanos (
coche de carburante, interior ciudades, etc..), la brutal censura y manipulación,
y todo un montón de cosas que nos hacen la vida más complicada, nos empobrecen,
y hace que seamos menos libres.
Lo
más grave es la ligereza con la que se habla de guerra, como si fuera una
opción más en la mesa. La historia nos enseña que la guerra, como dijo Cayo
Julio César, es la última palabra en política: un recurso desesperado que trae
sufrimiento, destrucción y ruina, sin vencedores reales. La política debería
existir para lo contrario: para garantizar la seguridad, ampliar derechos y mejorar
la vida de la gente, no para encaminarnos a lo destructivo.
Sánchez,
con su sumisión a Ursula von der Leyen, nos acerca más a un precipicio. ¿Dónde
queda la sensatez?. ¿Quién defiende de verdad la paz y el bienestar de los
españoles?.
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