jueves, 3 de abril de 2025

LOS ARANCELES DE DONALD TRUMP


Donald Trump ha dado un paso firme al cumplir su promesa de imponer aranceles a los países que exportan a Estados Unidos, en respuesta a lo que considera una desigualdad comercial de larga data. Estos países, que durante años han aplicado aranceles significativamente más altos a los productos estadounidenses, ahora enfrentan una medida que, por el momento, equivale a la mitad de lo que ellos mismos imponen. Una decisión que, lejos de ser un capricho, parece buscar equilibrar la balanza.

 

Sin embargo, esta acción no ha tardado en generar reacciones. La Comisión Europea y líderes como Pedro Sánchez han iniciado una campaña para señalar a Trump como el gran culpable de los males económicos, ignorando que sus propias políticas arancelarias han sido mucho más severas durante años. Este doble rasero pone en evidencia una hipocresía que ahora intentan disfrazar con críticas alarmistas.

 

El objetivo de Trump con esta subida de aranceles es claro: incentivar a los inversores extranjeros a producir dentro de Estados Unidos, lo que podría generar empleo y riqueza para los ciudadanos norteamericanos. Al mismo tiempo, los países exportadores, al ver limitada su capacidad de vender en el mercado estadounidense debido a los mayores costos para los consumidores, podrían verse obligados a ajustar precios a la baja, ya sea para competir en otros mercados o para absorber su propia producción internamente.

 

En España, Pedro Sánchez ha reaccionado anunciando un plan de más de 14.000 millones de euros para apoyar a las empresas exportadoras afectadas por los aranceles de Trump. Sin embargo, este anuncio suena más a cortina de humo que a solución viable. Si se implementa, implicaría un aumento de la deuda pública, cuyos costos recaerían sobre los hombros de todos los españoles. Además, la falta de aprobación de los Presupuestos Generales del Estado pone en duda la capacidad real del gobierno para cumplir esta promesa. Considerando, aparte, de que no hay dinero para los daminificados de las riadas de Valencia o del volcán de La Palma, subvencionar medicamentos contra el cáncer, ayudar a enfermos de ELA, para residencias públicas de ancianos, para minusválidos, o para los que necesitan ser atendidos en servicios sanitarios públicos, entre otras muchas carencias más.

 

Por su parte, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha advertido que los aranceles de Trump desatarán una ola de inflación y alzas de precios en Europa. Una afirmación que choca con la realidad: la inflación en el continente tiene raíces más profundas, como las políticas de la propia Comisión, el exceso de regulaciones, la burocracia asfixiante y una presión fiscal creciente. Lejos de ser una víctima, Europa lleva tiempo sembrando las condiciones para sus propios problemas económicos, con la imposición de la nefasta Agenda 2030. Algunos incluso sugieren que Von der Leyen aprovecha esta situación como excusa para justificar mayores gastos en armamento, alimentando el discurso de la amenaza rusa y abriendo la puerta a más impuestos y deuda.

 

En este juego de culpas y espejos, la ciudadanía sigue siendo la más perjudicada, atrapada entre narrativas que ocultan intereses políticos y económicos. Mientras tanto, los aranceles de Trump, acertados o no, han puesto sobre la mesa un debate que muchos preferían ignorar: ¿quién realmente juega limpio en el comercio global?. Habrá que darle un tiempo a Donald Trump para ver si realmente son positivas para su país sus políticas económicas, aunque de momento todo apunta que le va muy bien.


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