La
reciente muerte del Papa Francisco ha eclipsado un cambio significativo en el
Foro Económico Mundial de Davos: Klaus Schwab ha dimitido como presidente y ha
sido reemplazado por Peter Brabeck-Letmathe, ex presidente de la multinacional
de alimentación y bebidas NESTLÉ. Brabeck-Letmathe es conocido por su
controvertida postura de que el agua no es un derecho humano universal y
debería privatizarse para ser tratada como un producto comercial. Este
nombramiento refuerza las preocupaciones sobre los objetivos de la Agenda 2030,
que algunos critican como un plan globalista para controlar recursos
esenciales, limitar la propiedad privada y aumentar la dependencia de los
ciudadanos, consolidando el poder económico de unas pocas élites.
En
España, un país montañoso con gran potencial hídrico, la Agenda 2030 promueve
políticas como el derribo de embalses bajo el argumento de "restaurar el
curso natural de los ríos" para beneficiar el medio ambiente. Sin embargo,
esta medida agrava las sequías y debilita la seguridad hídrica. En lugar de
demoler infraestructuras, España podría aprovechar su privilegiada geografía
para construir más embalses y depósitos, garantizando agua abundante y
asequible, incluso en épocas de sequía, y potenciando la generación de energía
hidroeléctrica también abundante y barata.
Por
desgracia, muchos líderes políticos, alineados con los intereses globalistas
del Foro de Davos, priorizan normativas restrictivas, impuestos elevados a
productores agrícolas y ganaderos, y la demolición de embalses ( que para algo
se construyeron: para que no faltara el agua). Estas acciones no solo provocan
escasez de agua y encarecen los alimentos, sino que también facilitan la
apropiación de recursos naturales por parte de grandes corporaciones que forman
monopolios encubiertos, incrementando su control sobre la población y sus
beneficios económicos a costa de la ruina de comunidades locales.
A
nivel global, la lucha entre las élites globalistas y las que defienden las libertades
individuales está marcando el rumbo. En Estados Unidos, por ejemplo, recientes
políticas han favorecido la libertad económica y han frenado el avance del
totalitarismo globalista, que algunos comparan con un modelo de control social
similar al de China, donde los ciudadanos pierden propiedades, libertades y
autonomía.
Es
crucial que los ciudadanos y líderes comprometidos con la soberanía hídrica y
la libertad actúen para impedir la privatización del agua y promuevan políticas
que garanticen el acceso universal a este recurso vital que es un derecho
sagrado del ciudadano y básico para su propia supervivencia. El agua no puede convertirse en un monopolio en manos
de unos pocos.
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