Recientemente Elon Musk
presentó un coche autónomo que lo llama el robotaxi, que no tiene pedales ni
volante, y funciona a base de sensores, cámaras, inteligencia artificial y
programación. Parte de un precio de 30.000 euros aproximadamente. Puede que
conlleve problemas al gremio de taxistas, o que pueda crear unos nuevos modelos
de negocio y de empresas.
Pero uno de los proyectos de
Elon Musk era también sacar un coche anfibio, que sirviera tanto para circular
por carreteras, como por debajo del agua
del mar. Por ello adquirió en subasta por un millón de dólares, la compra del
Lotus Esprit, el coche anfibio que se utilizó en la película de la saga James
Bond “La espía que me amó”, y que es de los años 70 del siglo pasado. Si Musk sale adelante con su proyecto, puede
que algún día también se convierta en realidad lo de circular bajo el mar con
un vehículo, como si fuera una especie de pequeño submarino privado para los
desplazamientos y los usos que habitualmente estamos acostumbrados a hacer en
calles y carreteras con los coches.
También existen los coches
voladores, tanto de carburante como eléctricos, pero de momento son de unos
precios solo al alcance de los más adinerados, y además las prestaciones
también son limitadas.
El coche particular es uno de
los símbolos de la libertad individual, de mejora de la calidad de vida, y ya
pronto será posible utilizarlo en tierra, mar y aire.
De muestra, os rescato
algunos fragmentos de las películas “La espía que me amó” y “Blade runner”,
donde se ven las utilidades de los coches bajo mar y volando, con las
perspectivas de panoramas que ofrecen.
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