Estamos
en pleno marzo de 2025, las lluvias abundan y, sin embargo, gran parte de esa
agua se pierde, mientras aún resuena el discurso alarmista sobre la sequía que
dominó titulares recientes. Tradicionalmente, abril era el mes asociado a las
precipitaciones, pero hoy vemos cómo el agua se sigue desperdiciando sin
control, aparte que nos anuncian de una pronta vuelta a la sequía. Esta
paradoja pone en evidencia una gestión irresponsable por parte del gobierno
Sánchez: la destrucción continuada de pantanos y presas por toda España, que no
solo retienen agua para tiempos de escasez, sino que también previenen
inundaciones y agrava una sequía que es más inducida por políticas
gubernamentales que por la naturaleza misma. Las inundaciones de Valencia no
hubieran ocurrido si se hubieran construido más presas e infraestructura
pública que retuviera el agua de una forma ordenada y segura, aparte de
aprovechar el agua y generar electricidad, que buena falta nos hacen.
Recientemente,
el Gobierno de Pedro Sánchez ha impulsado actos para conmemorar el 50
aniversario de la muerte de Francisco Franco, incluyendo una polémica
iniciativa educativa. Se ha instado a los alumnos de secundaria a entrevistar a
sus abuelos mayores de 80 años sobre si, durante el régimen franquista, la
hambruna les llevó a consumir alimentos como gatos o ratas, tanto en la Guerra
Civil como en la posguerra. Esta actividad, lejos de ser un ejercicio neutral,
parece diseñada para moldear una percepción negativa del legado de Franco entre
las nuevas generaciones, sugiriendo un adoctrinamiento más que una búsqueda
objetiva de la verdad histórica.
Sin
embargo, la realidad histórica es más compleja. Durante la Segunda República,
el oro español fue trasladado al extranjero, dejando al país en una situación
económica precaria, cuando en aquellos momentos nuestro país tenía una de las
mayores reservas de oro del mundo. En ese contexto, Franco destinó los escasos
recursos disponibles a importar alimentos para mitigar el hambre que azotaba a
una España devastada por la guerra. En tiempos de conflicto, la producción
agrícola se desploma por la falta de mano de obra, y sin dinero ni cosechas, la
supervivencia se complica aún más. Si a esto se suma la sequía, el panorama se vuelve
extremadamente crítico. Por ello, una de las prioridades del Caudillo fue la
construcción de pantanos y embalses a lo largo de la geografía española, una
red hidráulica que no solo garantizó agua para el consumo y la agricultura,
sino que también proporcionó electricidad para impulsar el desarrollo del país.
Hacia
los últimos años del franquismo, la situación alimentaria había mejorado
notablemente. En aquella época, llenar un carrito de la compra era una realidad
accesible para muchos, en contraste con el presente, donde las políticas
económicas de Pedro Sánchez —con normativas asfixiantes, impuestos elevados y
una gestión hídrica cuestionable— encarecen los alimentos y dificultan la
producción. A esto se suma la promoción de dietas alternativas, como el consumo
de insectos en lugar de carne, una medida que, además de controvertida, podría
acarrear riesgos para la salud pública.
Frente
a estos relatos sesgados, es fundamental cuestionar las narrativas oficiales y
buscar fuentes históricas rigurosas. Recomiendo a los estudiantes de secundaria
y a cualquier interesado en el tema que lean Francisco Franco, la biografía
escrita por Ricardo de la Cierva, exministro de Cultura durante el gobierno de
Adolfo Suárez. Este libro ofrece una perspectiva documentada y alejada de
manipulaciones, disponible en el siguiente enlace de mi blog-biblioteca:
No
dejemos que la historia sea reescrita por intereses políticos. La verdad merece
ser explorada con profundidad y sin prejuicios.
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